- Sileno, agradecido le concedió tres deseos. Midas deseó que todo lo que tocase se convirtiese en oro, el deseo se cumplió y, aunque al principio estaba encantado con la novedad, muy pronto se vio rodeado de lujo y brillo. Hasta lo que intentaba comer se endurecía al convertirse en metal y el vino, un don de Dioniso, se convertía en oro líquido al tocar sus labios.
- Al darse cuenta de que estaba condenado a morir de hambre y sed, Midas rogó que retirara ese don de sus manos. Sileno le dijo que para retirar ese poder, se debía lavar sus manos en el río Pactólo.
- Midas ya no necesitaba riquezas ilimitadas, pero eso no hizo que adquiriese un poco de cordura. A menudo pasaba los días al aire libre, convirtiéndose en un devoto seguidor de Pan, dios de la naturaleza que había conseguido un dominio sorprendente de la flauta; llegó un momento en que se atrevió a retar a un concurso a Apolo, para demostrar quién era mejor. Tmolus, el dios de la montaña, sería el juez de la competición.
- Midas estuvo presente en el concurso y se mostró incondicionalmente entusiasmado ante la actuación de Pan. Pero a continuación Apollo interpretó una pieza magistral que convenció a Tmolus para darle el premio. Todos estuvieron de acuerdo con la decisión menos Midas, que incluso llegó a protestar. Apollo se puso tan furioso ante tanta estupidez y desconocimiento sobre el talento musical, que convirtió sus orejas en las de un burro.
- Midas avergonzado por su nuevo aspecto, comenzó a llevar el tocado tradicional Frigio en todo momento. Intento por todos los medios que nadie conociera su secreto, excepto su barbero, que no pudo con el peso de la promesa e hizo un agujero en la tierra en el que susurró que Midas tenía orejas de burro. Después de quitarse ese peso de encima, tapó el agujero y regresó a casa.
- En el punto en el que había susurrado brotaron unos juncos que proclamaban sus palabras cada vez que soplaba el viento y así todo el mundo pudo saber que el rey tenía orejas de burro.
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